domingo, 13 de diciembre de 2015

más bien tiene cara de caballo

Es viejo y no es amor
más bien tiene cara de caballo
todos le gritan
"¡eh, tú! ¡el del sombrero!"
pero él sigue caminando recogiendo sus luces a modo de canon-jack.
Al final del día,
de las escaleras -todo es lo mismo-
descubre que su sombra puede
plegarse de forma equidistante
y eso le hace sonreír;
quizá lo único distinto
es que ya no puede escuchar el ulular del viento
sin pensar qué notas están sonando:
de ahí el sombrero,
para escuchar el mundo un poco más opaco.
Eso, también es huir.



martes, 1 de diciembre de 2015

luz de agua

Luz de agua, eres como luz de agua: mirarte es atravesar con los dedos la crisálida de un océano que encierra a un niño con un dólar y a mí, hablándonos bajo el agua.

Hace frío aquí, y todo es de un azul tan intenso que se me hiela la sangre;  me vuelvo pálida, mi rostro, mis manos, las puntas de los dedos moradas. Pero es tan inmenso. Todo lo que me rodea es tan inmenso y sólo estamos el niño y yo, en la piscina del mundo.

Allí dónde ya no alcanza la vista se esconde el negro, los peces y las plantas quizá estén detrás, pero yo hace mucho tiempo ya que no veo a nadie por aquí.

El niño ha soltado el dólar y ahora flota entre nosotros como un fantasma que predice, o que quizá nos recuerda cómo acabamos aquí.

Se acerca un barco, el niño también se acerca. Le abrazo para darle calor, para darme calor, y levanto los dedos para rozar la crisálida. El barco nos deja sin luz y hace un ruido tan grande que se confunde con silencio.

Ya hace horas que se, que no late el niño que abrazo. Ya hace horas que se, que el negro es tan negro, que se confunde con luz de agua. Y mientras me arañan los gritos la conciencia,
te miro atravesando el tiempo  y se rompe la crisálida.








Rothko, Green Over Blue, 1956