lunes, 26 de agosto de 2013

Josh y la señora Margerite

Y allí estaban. Josh y la señora Margerite. Sin hablarse, compartían una confianza tácita. Un "nosequé" que les unía, a ambos, en aquel instante. Ella le servía té en la pequeña tacita, regalo de su madre, ya fallecida hacía mucho tiempo. Él le miraba las manos, con ternura y una mezcla de curiosidad. Unas manos que habían vivido tanto... 
Y nadie les veía, allí. En su refugio. Pero en el fondo se sentían observados. Hacía tiempo que sabían que aquella intimidad que compartían no sería bien vista, y sin embargo, ¡ah!, les hacía tan felices...
Josh abrió el estuche de cuero negro con delicadeza y extrajo la cámara fotográfica. La trataba mejor que a si mismo. Le había costado casi 18.000 pesetas en su último viaje a España. Y prefería no hacer la conversión... 
La señora Margerite se había soltado el cabello. Aunque seguía siendo oscuro comenzaban a aparecer las primeras canas. 
Y entonces el primer flash, y después el segundo. Y así se pasó la tarde, y los días... 
Pero pronto llegó el invierno y la señora Margerite contrajo una grave enfermedad. Y allí, en aquél pequeño pueblo, escaseaban los medicamentos. 
Ella falleció en primavera y él quedó sumido en la tristeza, sólo y abandonado. 
Y los vecinos, al ver coincidir los acontecimientos, comenzaron a atar cabos... 
Pasaron varios años y Josh viajó al sur, a la ciudad. Quería estudiar y ser un gran fotógrafo. 
No tardó en llegarle la oportunidad. En el periódico venía. "Concurso nacional de fotografía". Pensó en Margerite y en su tácita confianza. En si ella lo aprobaría. Si le daría vergüenza... pero finalmente decidió intentarlo. El premio era una exposición. Envió la fotografía y esperó. Esperó y esperó. Y cuando ya no podía esperar más llegó la respuesta. Había ganado.
Todo el pueblo se enteró de la exposición del pequeño Josh y fueron a la ciudad para ver la inauguración. 
Y allí estaban, todas y cada una de las fotografías de la señora. Y en la entrada, el comentario del autor.
"En las fotografías se ve a la señora Margerite proyectando sombras chinescas en la pared. Sus manos estaban hechas para ello. Siempre fue su pasión oculta. Hoy dejará de ser un secreto al compartirla yo con vosotros. Pero quisiera que este fuese mi pequeño homenaje. Para usted, Margerite."