sábado, 5 de enero de 2013

En aquel recodo la calma

El sonido de tus pasos, en la plaza, lo amortiguaban los edificios colindantes. Las risas llegaban desde el otro lado del muro, y desde el alféizar de una ventana alguien nos miraba. La ciudad bullía de vida , pero en aquel recodo la calma...
En aquel recodo....
la calma.
Y nadie supo si las luces se apagaron o no por una avería. Pero se extendía ante tus ojos un mundo de posibilidades.
Cuando contemplo la fotografía de esa plaza, y esa gente, y nosotros, sin aparecer en ella pero ahi un poco también, como a punto de traspasarla y aparecer corriendo detenidos en el instante, no puedo evitar preguntarme....
Y en aquel recodo la calma.
....quién separa, ese preciso momento en el que observador y fotografía dejan de ser dos realidades diferentes y se vuelven el mismo paisaje? son el mismo presente, ya no hay pasado y futuro observador, sino presente y presente detenido. Y el observador es fotógrafo del tiempo, y el pasado presente reflejado. Y una vez dentro, en el recuerdo, quién sabe, ya no hay tiempo....
Casi puedo oirlos, solo con mirarla.
Solo con mirarla ya estoy allí,
en aquel recodo.... 
Casi puedo oirlos, solo con mirarla.
El sonido de tus pasos....
la calma.


miércoles, 2 de enero de 2013

No te preocupes, pequeña.




- ¿Qué te pasa pequeña?

La niña, sentada en una roca cerca del agua se dedicaba a tirar cántaros al rio, haciendo que rebotasen 1, 2, 3 veces. Se removía un moco en su abriguito blanco cada vez que no lo conseguía, y tras ello, el impulso que tomaba para lanzar el siguiente le hacía dar un pequeño bote en la roca, haciendo peligrar su estabilidad.
- Me duele la cabeza - silencio.- Son las ideas.
- ¿las ideas?
- Si. hay muchas. No caben.
El hombre, que fumaba pipa mientras la observaba emitió una ligera carcajada.
- ¿Hay aforo limitado, o qué?
La niña le miró sin comprender. Sus ojitos grandes se abrieron mucho, haciendo que brillasen como dos luceros. El hombre se sentó a su lado y le acarició el pelo con dulzura. Las manitas de la pequeña se agarraron a las suyas, pidiéndole quizás, algo de auxilio para las ideas.
- No te preocupes, pequeña. Pronto llegará la primavera y te podré regalar un vestido largo de amapolas...