martes, 7 de febrero de 2012

"El mundo de"

Todo final tiene un algo de poético.
De irrepetible y trágico,
De infinitamente bello.
Nos sumergimos en el mundo de lo perfecto,
de la rutina diaria, de la superficialidad del trabajo y el esfuerzo.
nos sumimos en mares de cotidianidad y seguridad conocida.
Perdemos la capacidad de la aventura y el sueño en el momento en el que descubrimos que toda nuestra vida está planificada por la sociedad. Si si, planificada. No puedes dar un paso en falso sin sentir la mirada de todos aquellos que caminan en la dirección a la que apunta ese gran dedo colectivo.
No hay cabida ni para el planteamiento en si. El cambio aterra y todo aquel que exige un porqué es tildado de revolucionario. Y cómo no, si todos aquí hablan pero nadie escucha...
La guerra de palabras se libró sin avisar, en tierra de nadie en el rincón del jardín de casa. Y me encontré a un niño con un diccionario a modo de granada en su mano izquierda. Amenazando con descubrir a los portadores del presente que tanto cobran y tan poco dicen.
Y me encontré con vosotros, representantes del caos, envueltos en ideales de cartón piedra que caen por su propio peso - inexistente...
Sentada frente a la ventana del mundo me entró un ataque de risa.
Y es que no puedo evitar la dicotomía admiración/desprecio que me produce.
¿Cómo salir de la espiral eterna del "yo de mayor" para entrar en el "yo ahora. lo demás ya se verá"?
Dicen que un hombre con una cicatriz de colores en el labio porta la llave que abre la puerta de la "alternatividad". Pero incluso él, ellos, nosotros y aquél que se esconde en la tercera fila, -si si, tú, no te agaches que te veo- formamos parte de otro todo que, a su vez, ya es un algo sumergido en el mundo de lo imperfecto, del rechazo a la rutina diaria, de la profundidad, de la "alternatividad" y el cambio por el cambio...