lunes, 22 de agosto de 2011

Luna, noche y sueño.

Mira como se iluminan poco a poco las luces de la ciudad,
como el niño que fue,
que bailó eternamente el vals de la vida,
aparta las sábanas con cuidado e introduce su pequeño pie.
La vetusta dama abre la ventana.
Las cortinas le rozan el rostro, se balancean con el aire.
Asoma su canto, alza su voz, tierna, insegura.
Elegante y hermosa, como ella solo sabe ser.
Libre, de nuevo, oronda y blanca
ilumina cada rincón, de aquí al mundo.
Es el comienzo de un nuevo baile.
Al son de un segundo movimiento del segundo concierto de Rachmaninov.
La noche, que todo lo inunda, que todo lo llena, que todo lo es
penetra por los sentidos y nos descubre, etéreos.
Como almas, que barruntan suspiros,
que amasan hogazas de sueños y nubes.
Descalzas, comienzan su andadura, las ilusiones, las pasiones y los deseos.
Solo poseen de unas horas,
para vagar, libres, en la mente de niños y no tan niños.
Hasta que, al final del camino, alcancen la última montaña estrellada
para asistir al parto del gran astro, del astro rey,
que las apresará.... hasta nuevo aviso.
La diferencia entre la realidad y el sueño, la noche y el día,
es sútil y armoniosa.