martes, 25 de agosto de 2009

Al bajarme de cada escenario.


"Pero como explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario..."


Me encontré recordando a un desconocido a las 4 de la mañana en una habitación vieja de una pensión de Berlín.

Solo le vi una vez. Fue un desliz, una luz, un instante, segundo, velocidad, cruce, calles. Y solo se quedó en mi memoria aquella mirada que contaba una historia con cada parpadeo. No se a donde iba, ni de donde vino, ni como llego a mi.

Salí de la ducha, me vestí e hice las maletas. Noche, suspiros de desesperanza. Si el mundo se detuviese en cada mirada... bajé por las escaleras, el ascensor estaba parado por una pareja que hacia dentro el amor. Y allí, abajo, detenido, esperaba el desconocido, con un cigarrillo caido en el borde de sus labios y una rosa en la mano.

Los sonidos de la guitarra desafinada del hombre que tocaba blues en la barra llegaban desde lejos. Con aroma a viernes por la noche, a reencuentro, a rosas.

- Perdone, señorita, busco a una mujer que hace tiempo supo leer una historia en mi mirada. Digale que quiero que me la cuente con sus labios en mis labios.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Despedida.


Él esperaba en la casa, sentado en el sofá. En silencio, a osucras, a la luz de las farolas de la acera de enfrente. Olía a cristal roto y a copa vacía, a discusión, a tabaco mojado, a bombilla fundida, a jueves por la tarde. Ella. El bolso en la entrada y las rosas marchitas. "¿No te dije que tenias que regar?" pero más bien era un "No me dejes sola esta noche, hoy no". A lo lejos se oía la llave en la cerradura de algún otro portal. Él le acarició el rostro, el cuello, los hombros. Y ella se dejaba llevar, entre besos de disculpa al amparo de la noche, entre amor de madrugada.


A veces no es necesaria la palabra adiós en una despedida.

martes, 18 de agosto de 2009

Alcoholizados.


Caminaba por una carretera, lejos, sola. Con las luces del atardecer iluminando los recuerdos de la primavera ya marchitos. El alcohol y el humo de las noches pasadas aun corrian por las venas, con sabor a rock and roll. Pero cada paso era un mundo y cada mundo era un trozo de otra realidad que se fue de viaje al infinito. Los deseos se le escapaban entre los dedos de las manos.

- Corre, joder, corre. ¿No ves que a ti tambien te persigue? Tu tampoco puedes escapar.

- No quiero escapar. Quiero dejarme llevar en el tiempo.